La Identidad Presbiteriana y la Confesión de Fe de la Iglesia

Portada de la Confesión de Fe de Westminster

Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.

(Proverbios 23:7 R60)

 

En los últimos años he escuchado hablar mucho acerca de “identidad presbiteriana”. De hecho, hace un par de semanas la Iglesia Presbiteriana de Chile también organizó una conferencia abarcando el tema “Identidad y Confesionalidad”. Debido al “despertar” que el pensamiento reformado ha tenido entre los jóvenes es más necesario que nunca que seamos concientes de nuestra identidad. Esto no como un mero interés intelectual o adherirnos a una nueva moda, sino porque creemos que la fe presbiteriana es una fe bíblica. Por lo menos en mi caso, creo que la fe presbiteriana es LA fe bíblica. Por eso soy presbiteriano.

Debemos preguntarnos entonces ¿qué queremos decir cuando hablamos de identidad presbiteriana? La RAE dice que identidad es el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.” ¿Cuáles serían esos rasgos que caracterizan a una iglesia presbiteriana?

Quiero comenzar a hablar de estos rasgos mostrando dos ejemplos históricos que muestran los efectos de no preocuparse con nuestra identidad. El primero es el caso de Charles Finney (1792-1875), el conocido predicador del segundo avivamiento en los Estados Unidos. Finney es conocido por creer, entre otras cosas en el perfeccionismo, también por su teología pelagiana. ¿Sabían ustedes que Finney fue un pastor presbiteriano?

Veamos una afirmación de Finney sobre la regeneración:

Pueden ver el sentido en el cual la conversión, o la regeneración, es la obra de Dios, y el sentido en el cual es obra del propio pecador. El Espíritu de Dios, por medio de la verdad, influencia al pecador para que cambie, y en este sentido, la verdad es la causa eficiente del cambio. Pero el pecador verdaderamente cambia su corazón, y es por lo tanto el pecador, en el sentido más apropiado, quien es el autor del cambio.

¡Para Finney no es Dios sino el mismo hombre quien cambia su corazón! ¿Cómo es posible que alguien con esta teología llegue a ser un pastor presbiteriano? Sin dudas algo falló en el proceso de ordenación. Él mismo lo dice

Yo no la había examinado, es decir, toda la obra, los Catecismos y la Confesión Presbiteriana. Eso no ha sido parte de mi estudio. Yo respondí que la recibía por sustancia de doctrina así como yo la entendía. Pero hablé de una forma que claramente implicaba, creo, que yo no afirmaba saber mucho acerca de ella.[1]

Un hereje como Finney llegó a ser un pastor presbiteriano porque el presbiterio no se preocupó al momento de su ordenación sobre la fidelidad de sus votos.

Creo que la ordenación de oficiales es uno de los momentos más importantes en la vida de nuestras iglesias y, me parece, que los votos de ordenación nos muestran cuáles son nuestra identidad. Al respecto de esto quiero hablar del segundo ejemplo: La PCUSA. El año pasado, en la reunión del presbiterio en La Redención, hablamos un poco de la noticia que apareció en muchos medios afirmando que la iglesia presbiteriana había aprobado el matrimonio de homosexuales. La historia del presbiterianismo en Chile está asociada con esta iglesia. La decisión de aprobar el matrimonio homosexual no es extraña, es lo que se esperaba. Esto es coherente con su identidad.

En 1924, 150 pastores y presbíteros de la PCUSA publicaron un documento llamado Afirmación de Auburn con el fin de “preservar la unidad y libertad de la iglesia”. En este documento ellos rechazaban las acciones de una de las asambleas generales de la iglesia. Específicamente ellos proponían una libre interpretación de la Confesión de Fe y una libre interpretación de las Escrituras, con esto querían decir que la iglesia no tenía derecho a definir una doctrina como verdadera y por eso proponen que cualquier teoría acerca de la inspiración de la Escritura, la manifestación física de Cristo, la expiación de los pecados, la resurrección del salvador es “digna de confianza y comunión”. Algunos años después esta se volvió la posición oficial de la PCUSA. Los oficiales podían ahora interpretar a su antojo la Biblia y la Confesión. Los resultados los vemos claramente hoy.

En ambos casos, me parece, el problema está en el momento de los votos de ordenación. Por eso quiero argumentar que el mejor método para mantener una identidad presbiteriana es una gran preocupación con la confesionalidad de la Iglesia, pues, como dice Trueman: “creo que los credos y confesiones son vitales para el presente y futuro bienestar de la Iglesia”[2] Al final, parafraseando Proverbios 23.7, somos lo que pensamos.

Nuestra iglesia, al momento de ordenar a nuestros oficiales, hace ocho preguntas que el candidato debe responder afirmativamente. Las tres primeras están relacionadas con la fe del candidato, para conocer lo que él cree, y las otras cinco con actitudes que promete tener. Las tres primeras son:

A. ¿Creéis que Las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son la Palabra de Dios la única regla infalible de Fe y Práctica, y prometéis estudiarla y enseñarla fielmente?

B. ¿Recibís y adoptáis la forma de Gobierno de la Iglesia Presbiteriana?

C. ¿Recibís y adoptáis la Confesión de Fe de esta Iglesia como que contiene el sistema de doctrina enseñando en la Biblia?

A diferencia de los exámenes que realizamos sobre Biblia, teología, Confesión, etc., en este momento no se pregunta al candidato si conoce la Biblia, el gobierno presbiteriano y la Confesión de Fe de la Iglesia, sino que ahora las preguntas están dirigidas a su fe interna. Responder lo que la Confesión dice sobre la justificación es una cosa. Responder si yo creo que lo que la Confesión dice sobre la justificación es bíblico y verdadero es otra. A esto último se apunta en los votos. Queremos saber si el candidato, de corazón, comparte nuestro entendimiento de la Escritura. Los votos de ordenación, entonces, exigen aceptar de corazón la confesionalidad de nuestra Iglesia. La Confesión de Fe de la Iglesia debe ser la Confesión de Fe del corazón de cada pastor.

Pero algunos, quizás de muy buena fe, podrían preguntar: ¿No es suficiente la primera pregunta? ¿No basta creer y enseñar la Biblia? La respuesta es un rotundo NO. Pentecostales, Bautistas, Testigos de Jehová, Adventistas y hasta los Romanos podrían identificarse a sí mismos como bíblicos. Ellos podrían con buena conciencia responder afirmativamente la primera pregunta de ordenación. Es necesario precisar que entendemos al leer la Escritura. Para eso existen las otras dos preguntas.

La verdad es que toda iglesia tiene su Confesión de Fe. La diferencia, como dice Carl Trueman en su libro El Imperativo Credal, es que algunos las escriben y hacen públicas para que éstas puedan ser analizadas y juzgadas y otros las mantienen secretas, son meramente subjetivas y no pueden ser evaluadas o criticadas.[3] Tener una Confesión de Fe no es despreciar la Escritura, al contrario, es comprometerse con la correcta enseñanza de ella. El brasileño Ulisses Horta dice

Se puede decir que la identidad doctrinal de una determinada rama del cristianismo, mayormente dentro del protestantismo en general, depende, en proporción directa, del grado de precisión de la exposición de su doctrina en un documento declaratorio de la fe […] Mientras [una denominación] esté más comprometida con la inerrancia y suficiencia de la Escritura, con su valor autoritativo, tanto mayor será el reconocimiento de alguien en favor de confesiones fidedignas, basadas en la genuina teología bíblica. Y el celo para con la integridad y unidad de lo que enseñan los ministros y oficiales de la iglesia también estará, inexorablemente, unido a la exigencia de suscripción que establecen para esos mismos oficiales.[4]

En las palabras de Horta podemos ver, entonces, que a mayor compromiso con la Escritura debe haber mayor compromiso con una Confesión de Fe que refleje la enseñanza de la Escritura. Esto fue claro entre los liberales que escribieron la Confesión de Auburn cuando pedían que la interpretación de la Escritura y la Confesión fuera amplia. En ellos no había ningún compromiso con la Escritura, menos aún con la Confesión.

Otra crítica que se hace al confesionalismo es que al tener una Confesión hacemos de ella un padrón doctrinal mayor que la misma Escritura. Uno de los resultados que esta visión tiene en la práctica, incluso en iglesias que oficialmente tienen confesiones, es pensar que si el entendimiento acerca de una doctrina bíblica de cada uno de los oficiales difiere de lo expuesto en las confesiones entonces el oficial tiene derecho a pasar por alto la Confesión. Para evitar este mal entendimiento es necesario explicar la relación que hay entre la Escritura y las Confesiones.

Los presbiterianos creemos que los credos son distintos de la Escritura en el sentido de que está última es la norma normans (“la regla que regula”), mientras que los credos y confesiones son norma normata (“una regla que es regulada”). En última instancia, como dice la CFW I.2, sólo la Biblia es nuestra regla de fe y práctica. También dice que “Todos los sínodos o concilios desde los tiempos de los apóstoles, ya sean generales o particulares, pueden errar, y muchos han errado; por eso es que no deben ser la regla de fe o de conducta, sino una ayuda para ambas.” (XXXI.3). Las Confesiones no pueden ser vistas, entonces, como un substituto o una alternativa a la Escritura.

Las confesiones, entonces, como norma normata, tienen su valor cuando las iglesias las reconocen como resúmenes fieles de la enseñanza de la Escritura. Cuando la iglesia hace esto reconoce que la Confesión identificará lo que ella reconoce como la correcta interpretación de la Bíblica y esa interpretación se hace norma para los oficiales que prometieron recibirla y adoptarla. Morton Smith dice

La suscripción completa no es un reconocimiento de los Padrones subordinados [por ejemplo, las Confesiones] al mismo nivel de la Biblia. Frecuentemente esta es la caricatura que es hecha acerca de la suscripción completa. Nunca conocí a nadie que considerara los Padrones de Westminster iguales a la Biblia. Quien suscribe completamente, sin embargo, afirma que la razón por la cual hacemos de la Confesión y los Catecismos la confesión de nuestra fe, es porque creemos que lo que ellos dicen es la verdad bíblica.[5]

Siendo así, nunca un oficial de la iglesia se ve en la necesidad de optar por una o por otra como si fueran cosas independientes. Creemos que la Confesión refleja la doctrina bíblica con fidelidad. Lutero lo expresa mejor cuando hablando del Credo Apostólico dice

Nosotros no hicimos no inventamos esta Confesión de Fe, tampoco lo hicieron los padres de la iglesia antes de nosotros. Pero así como las abejas fabrican la miel desde muchas y hermosas flores, así este credo ha sido coleccionado en formidable brevedad de los libros de los amados profetas y apóstoles, es decir, de todas las Santas Escrituras.[6]

Ya que la Biblia es la regla de fe y práctica deberíamos preguntarnos si ella nos permite el hacer credos y confesiones. Mi respuesta es SI. Como afirma Joseph Pipa: “Dios ordena el uso de credos.”[7]

En 2 Timoteo 1:13-14 Pablo manda al joven pastor diciendo “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.”

En estos dos versículos Pablo se refiere dos veces a un resumen doctrinal que él mismo había enseñado a Timoteo. “La forma de las sanas palabras” y “el buen depósito” son las formas como Pablo se refiere a esto. Cuando habla de la forma, Pablo usa la palabra compuesta ὑποτύπωσις [hypotyposis]. Según el léxico Thayer esta palabra significa

a. Esquema, boceto, exposición breve y resumida.

b. Ejemplo, padrón.

En 1 Timoteo 1.16 Pablo usa la misma palabra para referirse a un “ejemplo” y en Romanos 6.17 τύπος [typos] para hablarnos de una “forma” de doctrina.

En nuestro texto, 2 Timoteo 1:13-14, Pablo afirma haber dado a Timoteo un resumen o un padrón de la doctrina apostólica. No está hablando de todo el texto inspirado, sino que un breve resumen de la Escritura. Esto es lo que Timoteo debe retener y guardar.

Este mandato se ve reforzado por el hecho de que encontramos en la Escritura algunas afirmaciones que servían como pequeños credos, o afirmaciones protocredales. Quizás la más conocida sea la que encontramos en Deuteronomio 6.4: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.” Pablo también cita una afirmación credal en 1 Timoteo 3.16 cuando afirma “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.” La palabra traducida indiscutiblemente tiene el sentido de no haber discusión porque es algo creído y/o confesado por todos.

Quiero terminar esta parte, antes de la conclusión, afirmando la utilidad de los credos y confesiones. Creo que su gran utilidad es unir y separar.

La Confesión sirve para que haya verdadera unidad. Amós 3.3 pregunta “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” La verdad es que sólo hay unidad si estamos de acuerdo en lo que pensamos. Pablo nos llama a este tipo de unidad cuando dice “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” (1Co 1:10 R60)

Así como los Credos nos unen a los que tenemos una misma mente, también nos separan de quienes piensan de forma distinta. No que creamos que los que no sostengan exactamente nuestro mismo credo no sean creyentes, pero con esto nos evitamos grandes discusiones que no edifican en la iglesia. ¿Se imaginan una iglesia con una mitad de los miembros aceptando el pelagianismo y la otra siendo calvinistas? ¿Cómo serían las discusiones en la escuela dominical?

Cuando una iglesia recibe oficialmente un Credo separa de los ministerios de enseñanza a aquellos que traen otra enseñanza.

Concluyendo quiero enfatizar la necesidad de la enseñanza de la Confesión de Fe y los Catecismos para la mantención de la identidad presbiteriana. Para esto debemos enseñar a nuestros niños, jóvenes y adultos el contenido de nuestra Confesión. Nuestros currículos educativos deben considerar esta enseñanza. Debemos fomentar la memorización de los catecismos por los niños. Debemos enseñar la Confesión en nuestro seminario. ¡Es increíble que nuestro seminario no tenga una materia sobre la Confesión! Debemos ser cuidados en el proceso de ordenación de nuestros oficiales. Ya he escuchado muchos oficiales que me han confesado nunca haber leído la Confesión antes de ser ordenados. Esto es una negligencia de nuestra iglesia que debe ser remediada prontamente para que recuperemos la identidad histórica del presbiterianismo.

Dios nos guíe.

*  Estudio presentado en el encuentro de pastores de la IPNA en marzo de 2016.

BIBLIOGRAFÍA

DEMAREST, Bruce A., ‘Christendom’s Creeds: Their Relevance in the Modern World’, Journal of the Evangelical Theological Society, 21 (1978), 345–56

HORTA SIMÕES, Ulisses, Subscrição Confessional (Belo Horizonte: Efrata, 2002)

PIPA, Joseph A., ‘Grandes Coisas a Nós Deus Ensinou’, in Avante, Soldados de Cristo! (São Paulo: Editora Cultura Cristã, 2010), pp. 157–70

SMITH, Morton H., ‘Por Que Deveríamos Ser Subscreventes Precisos Ou Completos Aos Padrões de Westminster’

TRUEMAN, Carl R, The Creedal Imperative, Kindle Ed. (Wheaton: Crossway, 2012)

[1]  FINNEY, Charles. The Memoirs of Charles Finney: The Complete Restored Text (Grand Rapids: Academie, 1989), p. 53-54.
[2] Carl R TRUEMAN, The Creedal Imperative, Kindle Ed. (Wheaton: Crossway, 2012).
[3] Carl R. TRUEMAN, The Creedal Imperative, Kindle Ed. (Wheaton: Crossway, 2012).
[4] Ulisses HORTA SIMÕES, Subscrição Confessional (Belo Horizonte: Efrata, 2002), pp. 55–56.
[5] Morton H. SMITH, ‘Por Que Deveríamos Ser Subscreventes Precisos Ou Completos Aos Padrões de Westminster.’
[6] Citado en Bruce A. DEMAREST, ‘Christendom’s Creeds: Their Relevance in the Modern World’, Journal of the Evangelical Theological Society, 21 (1978), 345–56 (p. 347).
[7] Joseph A. PIPA, ‘Grandes Coisas a Nós Deus Ensinou’, in Avante, Soldados de Cristo! (São Paulo: Editora Cultura Cristã, 2010), pp. 157–70 (p. 159).

Deja un comentario

No hay comentarios aún.

Comments RSS TrackBack Identifier URI

Deja un comentario