¿Jesús en los Salmos?

Hay creyentes que afirman que los Salmos no son canciones apropiadas para los cristianos. Una razón que se da es que los salmos no serían apropiados porque no hablan de Jesús.

Contra esta idea quiero presentar parte de la carta escrita por Atanasio (296-373) a Marcelino donde trata el asunto de la interpretación de los Salmos. Esta sección habla específicamente de cómo los Salmos hablan claramente de Cristo y su obra.

Sobre la venida del Salvador, y de que aquel que debía venir, sería Dios, así se expresa el salmo 49: «El Señor nuestro Dios vendrá manifiestamente, y no se callará»[1]; y el salmo 117: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Nosotros los hemos bendecido desde la casa del Señor; el Señor (es) Dios y él se nos manifestó[2]. Él es el Verbo del Padre, como lo canta el salmo 106: Él envió su Verbo y los curó, los salvó de sus corrupciones[3]. El Dios que viene es él mismo, el Verbo enviado. Sabiendo que este Verbo es el Hijo de Dios, hace decir al Padre en el salmo 44: Mi corazón ha proferido un Verbo bueno[4], y también en el salmo 109: De mí seno antes de la aurora yo te he engendrado[5]. ¿Quién puede decirse engendrado por el Padre, sino su Verbo y su Sabiduría? Sabiendo que es a él al que el Padre decía: Que sea la luz, y el firmamento y todas las cosas, el libro de los Salmos también contiene palabras similares: El Verbo del Señor afianzó los cielos y por el Espíritu de su boca toda su potencia[6].

El salmista no ignoraba que el que debía venir fuese también el Ungido, ya que propiamente de él habla (como sujeto principal) el salmo 44: Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos; es cetro de rectitud el cetro de tu Reino. Has amado la justicia y odiado la iniquidad: por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría en preferencia a tus compañeros[7]. Para que nadie se imagine que él viene sólo en apariencia, aclara que es este mismo el que se hará hombre y que es por él por quien todo fue creado, y por ello afirma en el salmo 86: La madre Sión dirá: un hombre, un hombre fue engendrado en ella, el Altísimo en persona la ha fundado[8]. Lo que equivale a afirmar: El Verbo era Dios, todo fue hecho por él, y, El Verbo se hizo carne. Conociendo, igualmente, el nacimiento virginal, el Salmista no se calló, sino que lo expresó claramente en el salmo 44, al decir: Escucha, hija mía, y mira, inclina tu oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, porque el rey está prendado de tu belleza[9]. Nuevamente, esto equivale a lo dicho por Gabriel, ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo![10]. Después de haber afirmado que él es el Ungido, muestra a renglón seguido su nacimiento humano de la Virgen, al decir: Escucha, hija mía. Gabriel la llama por su nombre, María, porque es un extraño, – en cuanto a parentesco se refiere -; pero David, el salmista, ya que ella es de su familia, la llama con toda razón su hija.

Habiendo afirmado que se haría hombre, los salmos muestran lógicamente que él es pasible según la carne. El salmo 2 prevé la conjura de los judíos: ¿Por qué se rebelaron los paganos? ¿Por qué concibieron vanos proyectos? Los reyes de la tierra se prepararon, los jefes se conjuraron contra el Señor y contra su Ungido[11]. En el salmo 21 el Salvador mismo da a conocer su género de muerte: … me aprisionas en el polvo de la muerte, me rodea un tropel de mastines; la asamblea de los perversos me circunda. Taladraron mis manos y mis pies. Han contado todos mis huesos. Ellos me miraron vigilantes, se dividieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica[12]. Taladrar sus manos y sus pies, ¿qué otra cosa es, sino indicar su crucifixión? Después de enseñar todo esto, añade que el Señor padeció por causa nuestra, y no, por la suya. Y, con sus propios labios, afirma nuevamente en el salmo 87: Pesadamente reposa sobre mí tu ira[13], y en el salmo 68: He devuelto lo que no había arrebatado[14]. Pues si bien no debía pagar las cuentas de crimen alguno, él murió, – pero sufriendo por causa nuestra, tomando sobre sí la cólera que nos estaba destinada, por nuestros pecados, como lo dice en Isaías, Él cargó con nuestras flaquezas; lo que se hace evidente cuando afirmamos en el salmo 137: El Señor los recompensará por mi causa, y el Espíritu dice en el salmo 71, que él salvará a los hijos del pobre, y quebrantará a los que les acusan en falso… pues él rescatará al pobre del opresor, y redimirá al indigente que no tiene protector[15].

Por eso predice también su ascensión a los cielos, diciendo en el salmo 23: Príncipes, levantad los portones y que se abran las compuertas eternas y entrará el rey de la gloria[16]. En el salmo 46: Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al sonido de trompetas[17]. También su sentarse (a la derecha de Dios) lo anuncia en el salmo 109: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como tarima para tus pies[18]. Hasta la destrucción del diablo se anuncia a voces en el salmo 9: Te sientas en tu trono cual juez que juzga justamente. Reprendiste a los pueblos y pereció el impío[19]. Tampoco calló que recibiría plena potestad de juzgar, de parte del Padre, y que vendría con autoridad sobre todo, al afirmar en el salmo 71: ¡Oh Dios, concede tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey, para que juzgue a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con rectitud![20]. Y en el salmo 49 dice: Convocará al cielo en lo alto, y a la tierra, para juzgar a su pueblo…Y los cielos proclamarán su justicia, pues Dios es juez[21]. Y en el salmo 81 leemos: Dios está en pie en la asamblea de los dioses, y rodeado de dioses, (los) juzga[22]. Sobre la vocación de los paganos mucho se habla en nuestro libro, pero sobre todo en el salmo 46: Pueblos todos, aplaudid, aclamad a Dios con voces jubilosas[23]. De manera similar en el salmo 71: Delante suyo se postran los etíopes, y sus enemigos lamerán el polvo; los reyes de Tarsis, y las islas, ofrecen sus dones. Los reyes de Arabia y de Saba le ofrecerán regalos. Y lo adorarán todos los reyes de la tierra; todos los pueblos le servirán[24].

Espero que este texto les ayude a comprender mejor lo que el Señor quería decir cuando dijo que todas las Escrituras hablaban de Él (Lucas 24:27).

Notas

[1] Sal 49, 2-3.

[2] Sal 117, 26-27.

[3] Sal 106, 20.

[4] Sal 44, 1.

[5] Sal 109, 3.

[6] Sal 32, 6.

[7] Sal 44, 7-8.

[8] Sal 86, 5.

[9] Sal 44, 11-12.

[10] Lc 1 , 2 8 .

[11] Sal 2, 1-2.

[12] Sal 21, 17-19.

[13] Sal 87, 17

[14] Sal 68, 5.

[15] Sal 71, 4.12.

[16] Sal 23, 7.9.

[17] Sal 46, 6.

[18] Sal 109, 1.

[19] Sal 9, 5-6.

[20] Sal 71, 1-2.

[21] Sal 49, 4.6.

[22] Sal 81, 1.

[23] Sal 46, 2.

[24] Sal 71, 9-11

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