Ética Calvinista de Gordon H. Clark

Gordon H. Clark

La ética calvinista está basada en la revelación. La distinción entre cierto y errado no se resuelve por medio de un descubrimiento empírico de una ley natural, como fue el caso de Aristóteles y Tomás de Aquino, ni por el formalismo lógico de Kant y, ciertamente, tampoco por el cálculo imposible del utilitarismo del mayor bien para el mayor número, sino que por la revelación de Dios en los diez mandamientos. Esa revelación viene, primero, del acto de Dios de crear al hombre a su propia imagen y de los principios morales básicos implantados en su corazón, después violados por el pecado; segundo, de las instrucciones específicas dadas a Adán y a Noé, que sin duda pasaban y expandían la donación innata; tercero, de la revelación más comprensiva dada a Moisés e, cuarto, de los diversos preceptos subsidiarios dados en lo restante de la Biblia.

Aunque la iglesia medieval conocía los diez mandamientos – Pelagio, en su defensa del libre albedrío, llegó a enseñar que era posible obedecerlos perfectamente, y la mayor parte de la iglesia pasó a creer que la observación de esos preceptos daba mérito para la salvación – fue Calvino quien comenzó un estilo casi completamente nuevo de uso sistemático de los diez mandamientos como base ética. En la Institución, II.vii 8, él hace una exposición de la ley moral, para lo que utiliza, aproximadamente, cincuenta páginas. Su defensa, en una larga exposición, es que “los mandamientos y las prohibiciones siempre dejan implícito más de lo que las palabras expresan… En todos los mandamientos… se expresa una parte y no todo… la mejor regla, entonces, es que la exposición sea direccionada al designio del precepto… como el final del quinto mandamiento es que la honra sea dada a aquellos que Dios determina la honra…” (II.vii.8).

En la parte principal de la exposición, Calvino escribe sobre el sexo mandamiento como sigue:

“El propósito de ese precepto es que, como Dios unió la humanidad en un cierto tipo de unidad, todo hombre debe considerarse responsable por la seguridad de todos. En suma, por tanto, toda violencia, injusticia y toda clase de mal que pueda herir el cuerpo de nuestro prójimo, nos es prohibido… El Legislador Divino… pretende que la regla gobierne el alma… Por tanto el homicidio mental es igualmente prohibido… ‘Aquel hombre que odia a su hermano es asesino’” (II.viii.39).

Siguiendo esa dirección de Calvino, los estudiosos de Westminster dedicaron las preguntas 91 a 151 del Catecismo Mayor a la ley moral. Tomemos como ejemplo la pregunta 139:

P. 139. ¿Cuáles son los pecados prohibidos en el séptimo mandamiento?

R. Los pecados prohibidos en el séptimo mandamiento, además de la negligencia en los deberes exigidos, son el adulterio, la fornicación, el rapto, el incesto, la sodomía y toda concupiscencia contra la naturaleza, todos los pensamientos, propósitos, imaginaciones y afectos impuros, todas las conversaciones impuras así como el prestarles atención; miradas lascivas, imprudentes, lo mismo que el comportamiento ligero, y maneras destituidas de modestia, prohibición de los matrimonios lícitos y autorizar los ilícitos; aceptar, tolerar, cuidar casas públicas o frecuentadas, votos enredadores de vida soltera, dilación indebida del matrimonio, tener más de un cónyuge a la vez; el divorcio injusto o la deserción; la ociosidad, glotonería y borrachera, compañías impuras, cantos, libros, pinturas, bailes y juegos lascivos; y todos los demás actos de impureza o provocaciones a ello, tanto tratándose de nosotros como de los demás.

Eso hace sobresalir la diferencia de padrones morales entre el Calvinismo y el fundamentalismo. En Estados Unidos, iglesias arminianas muchas veces exigen de sus miembros que eviten el cine por causa de la lascivia de Hollywood. A veces, el cine es peor que eso; es pornografía explícita. En ese caso, entonces, algunos libros y revistas son, igualmente, pornográficos. ¿Debe, una iglesia, entonces, prohibir todos los libros y revistas? El calvinismo se mantiene con la Biblia y no prohíbe ni el cine ni libros en general, pero prohíbe “cantos, libros, pinturas, bailes y juegos lascivos”. Leyendo más adelante en el Catecismo Mayor vemos, para sorpresa de algunos, como es amplia y detallada la ley de Dios. Siendo así, pastores y escritores calvinistas han hecho, con regularidad, exposiciones de los diez mandamientos. Un ejemplo anglicano es el de Ezequiel Hopkins, Obispo de Derry (1633-1689), cuya exposición ocupa decenas de páginas.

Esas exposiciones de las aplicaciones detalladas de la ley moral son uniformemente prefaciadas por algunos comentarios sobre pecado, gracia y moralismo. El sistema de méritos católico romano hizo que eso fuera necesario. Hoy, otros dos puntos de vista necesitan del mismo trasfondo teológico. Primero, hay una visión pietista que depende de la dirección o de instrucciones directas del Espíritu Santo. Las directrices da la Escritura son vistas como si fueran insuficientes o inaplicables “en una era de gracia”. Siendo así, la persona necesita recibir una respuesta de oración para saber si determinado acto está cierto o errado. El Calvinismo se queda con la Biblia y no acepta declaraciones de revelación especial tardía. El segundo factor que necesita del trasfondo teológico es la nueva definición de legalismo ofrecida por el liberalismo. Antiguamente, el legalismo era la teoría de que el hombre podría merecer la salvación completa o parcial mediante el cumplimiento de la ley; la fe, por tanto, no era el único medio de justificación. Pero el liberalismo contemporáneo define el legalismo como cualquier tentativa de distinguir lo cierto de lo errado por medio de reglas, preceptos o mandamientos. El argumento es que ninguna regla cabe en todos los casos, pues siempre hay excepciones; o, incluso, que toda situación es totalmente singular, haciendo siempre imposible el uso de reglas. Así, toda situación debe ser percibida (no juzgada) singularmente, e (generalmente) el amor decide que hacer. Entonces, el amor naturalmente sanciona el aborto, la homosexualidad e cualquier cosa que sea hecha con amor. El apóstol Pablo escribió a los corintios sobre ese tipo de idea.

El calvinismo define el pecado como cualquier falta de conformidad para con la ley de Dios o cualquier transgresión de esta ley. Salvo por la gracia, o sea, salvo del pecado y de sus efectos, el cristiano es santificado por medio de una obediencia cada vez más completa a los mandamientos de Dios.

Hoy, con la falla del modernismo en promover el orden moral separado de Dios y fundado en la razón, el post modernismo (que no es otro, sino una continuación) alteró el pensamiento ético y moral, transfiriendo la discusión entre el bien y el mal para una discusión entre bienes en conflicto. Para el hombre post moderno, no hay ningún absoluto (a no ser que no hay proposiciones, ni revelación, ni absolutos…). Todo consiste en narrativas, en libertades individuales, y en programas políticos para proteger a las personas de la imposición de valores morales. El pensamiento ético-moral de Calvino se opone, diametralmente, a la propuesta ética post moderna, presuponiendo la creación, la caída, la redención y la esperanza bíblicas, presuponiendo la revelación natural y específica de Dios, y presuponiendo la derivación de todos los aspectos de la realidad, incluyendo los más elevados – estético, moral y ético – del aspecto mayor de la fe.

Traducido de: «Dicionário de Ética Cristã» organizado por Carl Henry. Págs. 231-233.

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2 comentarios

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