Armonía de las Confesiones Reformadas: Las Santas Escrituras

Portada de la Confesión de Fe de Westminster

Portada de la Confesión de Fe de Westminster

La entrada de ayer de esta serie hablaba de la revelación de Dios en su aspecto más general. Hoy veremos que dicen las confesiones sobre la revelación especial de Dios: La Palabra.

Es interesante notar como los autores de las confesiones dedicaron mucho tiempo y tinta al tratar de este asunto. Esto se debe a que esta doctrina es base para todo el conocimiento que se nos presenta en la Palabra. Si tenemos un concepto de la Biblia menor al que debemos tener vamos a tener muchos problemas para aceptar las cosas que en ella son expuestas.

Leamos estas secciones de las confesiones.

Confesión Belga

Artículo 3

Confesamos, que esta Palabra de Dios no fue enviada ni producida por la voluntad de hombre alguno, sino que los santos hombres de Dios, siendo guiados por el Espíritu Santo, la hablaron, conforme dice el apóstol Pedro(1). Después, Dios, por un cuidado especial(2) que El lleva de nosotros y de nuestra salvación, mandó a sus siervos los profetas y apóstoles(3) consignar por escrito Su Palabra revelada; y El mismo escribió con Su dedo las dos tablas de la Ley(4). Por esta razón, a tales escritos los denominamos: santos y divinas Escrituras.

1. II Pe.1:21.

2. Sal.102:18.

3. Ex.17:14; 34:27.

4. Dt.5:22; Ex.31:18.

Artículo 4

Tenemos las Sagradas Escrituras en dos libros: el Antiguo y el Nuevo Testamento, y los llamamos libros Canónicos porque contra ellos no hay nada que objetar. A éstos se los enumera en la Iglesia de Dios del modo siguiente:

Libros del Antiguo Testamento:

Los cinco libros de Moisés, a saber Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio; el libro de Josué, de los Jueces, y Rut; dos libros de Samuel; y dos libros de los Reyes, dos libros de las Crónicas, llamados Paralipómenos; el libro de Esdras, Nehemías, Ester, Job; los Salmos de David; tres libros de Salomón, a saber: Proverbios, Eclesiastés, y Cantar de los Cantares; los cuatro profetas mayores: Isaías, Jeremías (con sus lamentaciones), Ezequiel y Daniel; y los doce profetas menores, es decir: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, y Malaquías.

Y los del Nuevo Testamento, son: Los cuatro Evangelistas; Mateo, Marcos, Lucas, y Juan; los Hechos de los Apóstoles; las catorce cartas del Apóstol Pablo, o sea: a los Romanos, dos a los Corintios; a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses; dos a los Tesalonicenses, dos a Timoteo; a Tito, a Filemón, y a los Hebreos; las siete cartas de los otros apóstoles, a saber: la carta de Santiago, dos cartas de Pedro, tres de Juan, y la carta de Judas; y el Apocalipsis del apóstol Juan.

Artículo 5

Únicamente a estos libros aceptamos por sagrados y canónicos, para regular nuestra fe según ellos, para fundamentarla en ellos y con ellos confirmarla. Y creemos sin duda alguna todo lo que está comprendido en ellos; y eso, no tanto porque la Iglesia los acepta y los tiene por tales, sino sobre todo porque Espíritu Santo nos da testimonio en nuestros corazones, que son de Dios; y porque también tienen la prueba de ello en sí mismos; cuando advertimos que los ciegos mismos pueden palpar que las cosas que en ellos se han predicho, acontecen.

Artículo 7

Creemos, que esta Santa Escritura contiene de un modo completo la voluntad de Dios, y que todo lo que el hombre está obligado a creer para ser salvo se enseña suficientemente en ella(1). Pues, ya que toda forma de culto que Dios exige de nosotros se halla allí extensamente descrita, así no les es permitido a los hombres, aunque incluso sean Apóstoles, enseñar de otra manera que como ahora se nos enseña por la Sagrada Escritura; es más, ni aunque fuera un ángel del cielo, como dice el apóstol Pablo (Gál. 1:8). Porque, como está vedado añadir algo a la Palabra de Dios(2), o disminuir algo de ella (Dt. 4:2; 12:32; 30:6; Ap. 22:19). así de ahí se evidencia realmente, que su doctrina es perfectísima y completa en todas sus formas(3). Tampoco está permitido igualar los escritos de ningún hombre -a pesar de lo santos que hayan sido(4)- con las Divinas Escrituras, ni la costumbre(5) con la verdad de Dios (pues la verdad está sobre todas las cosas(6)), ni el gran número, antigüedad y sucesión de edades o de personas(7), ni los concilios, decretos o resoluciones(8); porque todos los hombres son de suyo mentirosos y más vanos que la misma vanidad(9).

Por tanto, rechazamos de todo corazón todo lo que no concuerda con esta regla infalible(10), según nos enseñaron los Apóstoles, diciendo: Probad los espíritus si son de Dios(11) (1 Jn 4:1).

Asimismo: Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa12 (2 Jn. 10).

1. Tim.3:16-17; I Pe.1:10-12.

2. Prov.30:6; Gál.3:15; Ap.22:18-19; I Tim.1:3; Gál.1:8,11; I Cor.15:2; Hch.26:22; Rom.15:4; Hch.18;28; Dt.12:32.

3. I Pe.4:1-11; Lc.11:13; Hch.20:27; Jn.4:25; 15:15.

4. I Tim.1:13.

5. Col.2:8; Hch.4:19.

6. Jn.3:13-31.

7. I Jn.2:19; Hbr.8:9; II Pe.2:17-19.

8. Mt.15:3; Mc.7:7; Is.1:12.

9. Sal.62:9.

10. II Tim.2:14; Mt.17:5; Is.8:20; I Cor.2:4; 3:11; Sal.12:6; Dt.4:5-6; Ef.4:5.

11. I Jn.4:1.

12. II Jn.10.


Catecismo de Heidelberg

P. 19.¿De dónde sabes todo esto?

Respuesta: Del Santo Evangelio, del cual Dios reveló primeramente en el paraíso (a), y después lo anunció por los santos patriarcas (b) y profetas (c), y lo hizo representar por los sacrificios y las demás ceremonias de la Ley (d): y al fin lo cumplió por su Hijo unigénito (e).

a. Gén 3:15.-

b. Gén 22:18; Gén. 12:3; Gén 49:10.-

c. Isaías 53; Isaías 42:1-4; Isaías 43:25; Isaías;Isaías 49:5-6, 22-23, Jer. 23:5, 6, 31-33, Jer. 32:39-41; Miq. 1:18-20; Hechos 3:22-24; Rom. 1:2, Hebr. 1:1.-

d. Hebr. 10:1, 8; Col. 2:7; Juan 5:46.-

e. Rom. 10:14; Gál. 3:24; Col. 2:17.

P. 22. ¿Qué es lo que debe creer el Cristiano?

Respuesta: Todo lo que se nos ha prometido en el Santo Evangelio (a), resumidamente contenido en el Símbolo Apostólico, en cuyos artículos se expresa la fe universal e infalible de todos los cristianos.

a. Juan 20:31; Mateo 28:19; Marc. 1:15.

P.98. ¿No se podrían tolerar las imágenes en las iglesias, como si fuesen libros para enseñar a los ignorantes?

Respuesta: No, porque nosotros no debemos ser más sabios que Dios, que no quiere instruir a su pueblo por imágenes mudas (a), sino por la predicación viva de su Palabra (b).

a. Jer. 10:8; Hab. 2:18, 19.

b. Rom. 10:14, 15, 17; 2 Pedro 1:19; 2 Tim. 3:16, 17.


Segunda Confesión Helvética

Artículo 1 – La Sagrada Escritura Es La Verdadera Palabra De Dios

Creemos y confesamos que los libros canónicos de los santos profetas y apóstoles en ambos Testamentos son la verdadera Palabra de Dios que poseen fuerza y fundamento suficientes sin necesidad de ser confirmados por los hombres. Pues Dios mismo ha hablado a los  padres, profetas y apóstoles  y  prosigue hablándonos a nosotros por las Sagradas Escrituras.

Toda la Iglesia de Cristo dispone, pues, de una completa exposición de lo que corresponde a una pura enseñanza de la fe salvadora y de la vida agradable a Dios. Por eso prohíbe Dios claramente que se añada o quite nada a lo que está escrito.

En esto se basa nuestra opinión de que en esas Escrituras se nos ofrecen la verdadera sabiduría y la piedad, el perfeccionamiento y cómo dirigir las iglesias, la enseñanza en todos los deberes de la piedad, y también la demostración de las doctrinas y la refutación de todos los errores y de igual modo todas las amonestaciones necesarias. Ya lo señala la palabra apostólica, que dice: «Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, etc.» (2 Timoteo 3: 16). También dice el Apóstol a Timoteo: «Esto te escribo… para que sepas cómo conviene comportarse en la casa de Dios» (1 Tim. 3:15). La Biblia es la Palabra de Dios. E igualmente escribe el mismo apóstol a los Tesalonicenses: «… cuando recibisteis la palabra de Dios, que os predicamos, recibisteis no palabra de hombres, sino verdaderamente la palabra de Dios, etc.» (1 Tes. 2:13). El Señor mismo ha dicho en el Evangelio (Mat. 10:20; Luc. 10:16; Juan 13: 20): «Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros. Por eso, el que os oiga, me oye a mí, y el que os deseche, me desecha a mí.»

Por consiguiente, si hoy en día es anunciada dicha Palabra de Dios en la iglesia por predicadores debidamente autorizados,  creemos  que  la  Palabra de Dios misma es anunciada y escuchada por los creyentes; pero igualmente creemos que no debe inventarse ninguna otra palabra de Dios o esperar que vaya venir  del  cielo. Por  otra  parte, hemos  de poner la atención en la Palabra de Dios misma más que en el predicador; porque incluso si se tratase de un hombre mal vado y pecador, la Palabra de Dios permanece igualmente verdadera y buena.

Consideramos que tampoco ha de pensarse que la predicación pronunciada sea de escasa utilidad por el hecho de que la enseñanza de la verdadera religión depende de la iluminación del Espíritu Santo. Y es que está escrito (Jer. 31:34): «Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano: Conoce al Señor: porque todos me conocerán.» Y (1 Cor. 3:7) «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios que da el crecimiento.»

La iluminación interior no hace innecesaria la predicación humana. Aunque, en verdad (Juan 6:44), nadie viene a Cristo si el Padre no le lleva y sin que sea iluminado interiormente por el Espíritu Santo, sabemos, sin embargo, que la voluntad de Dios es que su palabra sea predicada públicamente en todas partes. Indudablemente, Dios podría haber enseñado a Cornelio (según Hechos de los Apóstoles) sin valerse del servicio del santo Pedro, sino mediante el Espíritu Santo o mediante un ángel. No obstante, Dios indicó a Cornelio que mandase buscar a Pedro, del cual el ángel dice: «El te dirá lo que tienes que hacer» (Hech. 10:6).

Y es que el mismo que ilumina a los hombres interiormente con el don del Espíritu Santo ordenó a sus discípulos: «Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura»  (Marc.  16:15 y Hech. 16:10). Por eso el apóstol Pablo, estando en Filipos, predicó el evangelio «externamente» a Lidia, la comerciante en púrpura; «… Pero el Señor le abrió el corazón»  (Hech. 16:14). E igualmente hallamos que Pablo, según Rom. 10: 13-17, luego de desarrollar inteligentemente sus ideas, llega a esta conclusión:«Luego la fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios.» Concedemos, claro está, que Dios puede iluminar a hombres también sin la predicación «externa»; puede iluminar a los que quiera y cuando él quiera. Esto se debe a su omnipotencia. Pero nosotros nos referimos al modo usual en que los hombres deben ser enseñados, al modo que Dios nos ha transmitido con mandamientos y ejemplos.

Por consiguiente, condenamos todas las falsas doctrinas de Artemón, los maniqueos, los valentínianos y las de Cerdon y los arcionitas, quienes han negado que las Sagradas Escrituras sean obra del Espíritu Santo o no han reconocido parte de ellas o se han permitido escribir en ellas intercalaciones y realizar mutilaciones.

Artículo 2 – La Interpretación De Las  Sagradas Escrituras, Los Padres De La Iglesia, Los Concilios Y Las Tradiciones

El apóstol Pedro ha declarado que la interpretación de las Sagradas Escrituras no puede quedar al arbitrio de cada cual (2 Pedro, 1:20). Por eso no aceptamos todas las interpretaciones. Tampoco reconocemos sin más ni más como fidedigna y original interpretación de las Escrituras lo que enseña la Iglesia Romana, es decir lo que los defensores de la misma intentan imponer a todos. Por el contrario, reconocemos solamente como interpretación ortodoxa y original de las Escrituras lo que de ellas mismas es dable sacar examinando a fondo el sentido del lenguaje en que fueron escritas, teniendo también en cuenta el contexto y, finalmente, comparando los pasajes semejantes y diversos, especialmente los pasajes más claros. Solamente de esta manera actuaremos de acuerdo con las reglas de la fe y del amor  y. sobre todo, ello será contribuir a la gloria de Dios y a la salvación de los hombres.

Por estas razones no desechamos las interpretaciones de los santos Padres de la  Iglesia griegos y  latinos, ni tampoco  censuramos sus discusiones y escritos sobre cosas sagradas…, siempre, claro es, si concuerdan con las Sagradas Escrituras. Sin embargo, con toda modestia desaprobamos dichas interpretaciones si resulta que son extrañas a las Escrituras o incluso las contradicen. Consideramos no ser injustos con ellos, toda vez que ellos mismos unánimemente no aspiraban a que sus propios escritos tuviesen el mismo valor que los canónicos, es decir, los bíblicos.  Los Padres de la  Iglesia exigían se examinase su interpretación para ver si estaba de acuerdo con las Escrituras o disentía de ellas y hasta exigían se aceptase lo concordante y se desaprobase lo disconforme con las Escrituras.

Situamos en la misma línea de los Padres de la Iglesia las explicaciones y reglas de los Concilios.

De este modo no nos dejamos acorralar en cuestiones discutibles de la religión y de la fe ni por la opinión de los Padres de la Iglesia o las conclusiones conciliares y mucho menos por las costumbres ya aceptadas y por los muchos que las sustentan, ni tampoco por la convicción de que todo ello posea ya validez. En cuestiones de fe reconocemos a Dios como el único juez, el cual mediante las Sagradas Escrituras anuncia, tanto distinguiendo entre lo verdadero y lo falso como entre lo aceptable o inaceptable. O sea, que ya nos conformamos con el juicio de hombres llenos del Espíritu, juicios basados solamente en la Palabra de Dios. Por lo menos Jeremías y otros profetas criticaron durante las asambleas de los sacerdotes y advirtieron expresamente que no oigamos a los «padres» ni sigamos la senda de aquella gente que caminaba conforme a los hallazgos propios por ellos encontrados, apartándose de la Ley de Dios.

Igualmente renunciamos a las tradiciones humanas. Bien pueden ostentar títulos llamativos como si éstos fueran de origen divino o apostólico. Para ello invocan que mediante la tradición oral de los apóstoles y la tradición escrita de varones apostólicos han sido legadas a la Iglesia de un obispo a otro. Pero si se comparan dichas tradiciones con las Escrituras se advierte que no están de acuerdo con ellas, y en esta contradicción se demuestra que no son apostólicas, ni mucho menos. Así como los apóstoles no han enseñado nada contradictorio, tampoco los Padres apostólicos han manifestado nada contradictorio a los apóstoles mismos. Supondría realmente una blasfemia el afirmar que .los apóstoles, al hablar, contradijesen a sus propios escritos. Pablo manifiesta claramente que ha enseñado lo mismo en  todas las iglesias (1 Cor. 4:17). Y repite: «No os escribimos otras cosas de las que leéis o también conocéis» (2 Cor. 1:13). En otras ocasiones afirma que él y sus discípulos, o sea, varones apostólicos siempre han seguido el mismo camino y que igualmente todo lo realizan con el mismo espíritu (2 Cor. 12:18). Los judíos poseían también la tradición de los «Antiguos»; pero el Señor se opuso duramente a ella, demostrando que su  observancia era obstáculo a la Ley de Dios, a la cual dicha tradición no da la gloria que a Dios corresponde (Mat 15-3  y 6; Marc. 7:7).

Cánones de Dort

Capítulo I – Artículo III

A fin de que los hombres sean traídos a la fe, Dios, en su misericordia, envía mensajeros de esta buena nueva a quienes le place y cuando Él quiere; y por el ministerio de aquellos son llamados los hombres a conversión y a la fe en Cristo crucificado. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quién no han oído? ¿Y Cómo predicarán si no fueren enviados? (Rom. 10:14,15).

Capítulo I – Artículo V

Existe además la promesa del Evangelio de que todo aquel que crea en el Cristo crucificado no se pierda, sino que tenga vida eterna; promesa que, sin distinción, debe ser anunciada y proclamada con mandato de conversión y de fe a todos los pueblos y personas a los que Dios, según Su beneplácito, envía Su Evangelio.

Capítulos III y IV – Artículo VIII

Pero cuantos son llamados por el Evangelio, son llamados con toda seriedad. Pues Dios muestra formal y verdaderamente en Su Palabra lo que le es agradable a Él, a saber: que los llamados acudan a Él. Promete también de veras a todos los que vayan a Él y crean, la paz del alma y la vida eterna.

Capítulos III y IV – Artículo XVII

Pero así como esa acción todopoderosa de Dios por la que Él origina y mantiene esta nuestra vida natural, tampoco excluye sino que requiere el uso de medios por los que Dios, según Su sabiduría infinita y Su bondad, quiso ejercer Su poder, así ocurre también que la mencionada acción sobrenatural de Dios por la que Él nos regenera, en modo alguno excluye ni rechaza el uso del Evangelio al que Dios, en Su sabiduría, ordenó para simiente del nuevo nacimiento y para alimento del alma. Por esto, pues, así como los Apóstoles y los Pastores que les sucedieron instruyeron saludablemente al pueblo en esta gracia de Dios (para honor del Señor, y pata humillación de toda soberbia del hombre), y no descuidaron entretanto el mantenerlos en el ejercicio de la Palabra, de los sacramentos y de la disciplina eclesial por medio de santas amonestaciones del Evangelio; del mismo modo debe también ahora estar lejos de ocurrir que quienes enseñan a otros en la congregación, o quienes son enseñados, se atrevan a tentar a Dios haciendo distingos en aquellas cosas que Él, según Su beneplácito, ha querido que permaneciesen conjuntamente unidas. Porque por las amonestaciones se pone en conocimiento de la gracia; y cuanto más solícitamente desempeñamos nuestro cargo, tanto más gloriosamente se muestra también el beneficio de Dios, que obra en nosotros, y Su obra prosigue entonces de la mejor manera. Sólo a este Dios corresponde, tanto en razón de los medios como por los frutos y la virtud salvadora de los mismos, toda gloria en la eternidad. Amén.

Capítulo V – Artículo XIV

Como agradó a Dios comenzar en nosotros esta obra suya de la gracia por la predicación del Evangelio, así la guarda, prosigue y consuma Él por el oír, leer y reflexionar de aquél, así como por amonestaciones, amenazas, promesas y el uso de los sacramentos.

Confesión de Fe de Westminster

De Las Santas Escrituras

II. Bajo el nombre de «Santas Escrituras» o la Palabra de Dios escrita, se encuentran todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, y los cuales son:

ANTIGUO TESTAMENTO

1.       Génesis

2.       Éxodo

3.       Levítico

4.       Números

5.       Deuteronomio

6.       Josué

7.       Jueces

8.       Ruth

9.       1a de Samuel

10.   2a de Samuel

11.   1a de Reyes

12.   2a de Reyes

13.   1a de Crónicas

14.   2a de Crónicas

15.   Esdras

16.   Nehemías

17.   Ester

18.   Job

19.   Salmos

20.   Proverbios

21.   Eclesiastés

22.   El Cantar de los Cantares

23.   Isaías

24.   Jeremías

25.   Lamentaciones de Jeremías

26.   Ezequiel

27.   Daniel

28.   Oseas

29.   Joel

30.   Amós

31.   Abdías

32.   Jonás

33.   Miqueas

34.   Nahúm

35.   Habacuc

36.   Sofonías

37.   Hageo

38.   Zacarías

39.   Malaquías

NUEVO TESTAMENTO

1.       Evangelio según San Mateo

2.       Evangelio según San Marcos

3.       Evangelio según San Lucas

4.       Evangelio según San Juan

5.       Hechos de los Apóstoles

6.       A los Romanos

7.       1a a los Corintios

8.       2a los Corintios

9.       A los Gálatas

10.   A los Efesios

11.   A los Filipenses

12.   A los Colosenses

13.   1a a los Tesalonicenses

14.   2a a los Tesalonicenses

15.   1a a Timoteo

16.   2a Timoteo

17.   A Tito

18.   A Filemón

19.   A los Hebreos

20.   Epístola de Santiago

21.   Epístola 1a de San Pedro

22.   Epístola 2a de San Pedro

23.   Epístola 1a de San Juan

24.   Epístola 2a de San Juan

25.   Epístola 3a de San Juan

26.   Epístola de San Judas

27.   Apocalipsis

Todos estos fueron dados por inspiración de Dios para que sean la regla de fe y de conducta. (1)

1. Lucas 16:29,31; Efesios 2:20; Apocalipsis 22:18,19; 2 Timoteo 3:16.

IV. La autoridad de las Santas Escrituras, por la que ellas deben ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente del testimonio de Dios (quien en si mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas, porque son la Palabra de Dios. (1).

1. 2 Pedro 1:19,21; 2 Timoteo 3:16; 1 Juan 5:9; 1 Tesal. 2:13.

V. El testimonio de la Iglesia puede movernos e inducirnos a tener para las Santas Escrituras una estimación alta y reverencial; (1) a la vez que el carácter celestial del contenido de la Biblia, la eficacia de su doctrina, la majestad de su estilo, la armonía de todas sus partes, el fin que se propone alcanzar en todo el (que es el de dar toda gloria a Dios), el claro descubrimiento que hace del único modo por el cual puede alcanzar la salvación el hombre y las muchas otras incomparables excelencias y su entera perfección son todos argumentos por los cuales la Biblia demuestra abundantemente que es la Palabra de Dios. Sin embargo, nuestra persuasión y completa seguridad de que su verdad es infalible y su autoridad divina proviene de la obra del Espíritu Santo, quien da testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y por medio de ella. (2)

1. 1 Timoteo 3:15.

2. 1 Juan 2:20,27; Juan 16:13,14; 1 Corintios 2:10,11; Isaías 59:21.

VI. El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre, está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia, y, a esta revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas relaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres. (1) Sin embargo, confesamos que la iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para que se entiendan de una manera salvadora las cosas reveladas en la Palabra, (2) y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que deben arreglarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, pero guardando siempre las reglas generales de la Palabra que han de observarse siempre. (3)

1. 2 Timoteo 3:15-17; Gálatas 1:8,9; 2 Tes. 2:2.

2. Juan 6:45; 1 Corintios 2:9-12.

3. 1 Corintios 11:13,14, y 14:26,40.

VII. Las cosas contenidas en las Escrituras, no todas son igualmente claras ni se entienden con la misma facilidad por todos; (1) sin embargo, las cosas que necesariamente deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la salvación, se proponen y declaran en uno u otro lugar de las Escrituras, de tal manera que no solo los eruditos, sino aún los que no lo son, pueden adquirir un conocimiento suficiente de tales cosas por el debido uso de los medios ordinarios. (2)

1. 2 Pedro 3:16.

2. Salmo 119:105,130.

VIII. El Antiguo Testamento se escribió en hebreo, (que era el idioma común del pueblo de Dios antiguamente), y el Nuevo Testamento en griego, (que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más conocido entre las naciones). En aquellas lenguas fueron inspirados directamente por Dios, y guardados puros en todos los siglos por su cuidado y providencia especiales, (1) y por eso son auténticos. Por esta razón debe apelarse finalmente a los originales en esos idiomas en toda controversia. (2) Como estos idiomas originales no se conocen por todo el pueblo de Dios, el cual tiene el derecho de poseer las Escrituras y gran interés de ellas, a las que según el mandamiento debe leer y escudriñar en el temor de Dios, (3) por lo tanto la Biblia debe ser traducida a la lengua vulgar de toda nación a donde sea llevada, (4) para que morando abundantemente la Palabra de Dios en todos, puedan adorar a Dios de una manera aceptable (5) y para que por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengan esperanza. (6)

1. Mateo 5:18.

2. Isaías 8:20; Hechos 15:15.

3. Juan 5:39,46.

4. 1 Corintios 14:6,9,11,12,24,27,28.

5. Colosenses 3:16.

6. Romanos 15:4.

IX. La regla infalible para interpretar la Biblia, es la Biblia misma, y por tanto, cuando hay dificultad respecto al sentido verdadero y pleno de un pasaje cualquiera (cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), éste se debe buscar y establecer por otros pasajes que hablen con más claridad del asunto. (1)

1. Hechos 15:15,16; 2 Pedro 1:20,21.

X. El Juez Supremo por el cual deben decidirse todas las controversias religiosas, todos los decretos de los concilios, las opiniones de los hombres antiguos, las doctrinas de hombres y de espíritus privados, y en cuya sentencia debemos descansar, no es ningún otro más que el Espíritu Santo que habla en las Escrituras. (1)

1. Mateo 22:29,31; Efesios 2:20 con Hechos 28:25.


Catecismo Menor de Westminster

P. 2. ¿Qué regla ha dado Dios para enseñarnos cómo hemos de glorificarle y gozar de él?

R. La palabra de Dios que se contiene en las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, es la única regla que ha dado Dios para enseñarnos cómo hemos de glorificarle y gozar de él.

Lucas 24:27‐44; 2 Pedro 3:2, 15,16; 2 Timoteo 3:16.17; Lucas 16:31; Gálatas 1:8‐9; Juan 15:11.

P. 3. ¿Qué es lo que principalmente enseñan las Escrituras?

R. Lo que principalmente enseñan las Escrituras es lo que el hombre ha de creer respecto a Dios y los deberes que Dios impone al hombre.

Juan 5:39; 20:31; 1 Juan 1:3‐4; Romanos 15:4; 1 Corintios 10:11.

Catecismo Mayor de Westminster

P. 3. ¿Qué es la palabra de Dios?

R. Las Santas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son la palabra de Dios, (1) la única regla de fe y obediencia.

1) II Tim. 3.16; II Ped. 1:19‐21; f) Is. 8:20, Luc. 16:29, 31; Gal. 1:8, 9. Véase II Tim. 3: 15‐17.

P. 4. ¿Cómo sabemos que las Escrituras son la palabra de Dios?

R. Las Escrituras manifiestan en sí mismas que son la palabra de Dios por su majestad (1) y pureza, (2) por el consentimiento de todas sus partes, (3) y por el fin que se proponen en el todo, cual es dar toda gloria a Dios; (4) por su luz y poder para convencer a los pecadores, para consolar y edificar a los creyentes para la salvación; (5) pero el Espíritu de Dios dando testimonio con las Escrituras y por medio de ellas al corazón del hombre, es el único que puede persuadir plenamente de que son la verdadera palabra de Dios. (6)

1. Is. 66:1. Véase Amos 9: 2, 3, 4; Sal. 76.

2. Sal. 12:6; 119; 140;

3. Hch. 10:43; 26:22.

4.  Rom. 3: 19, 27;

5. Hch. 18:28; Sant. 1:18; Sal. 19:7‐9;

6. Juan 16:13,14; I Juan 2:20, 27.

P. 5. ¿Qué es lo que principalmente enseñan las Escrituras?

R. Lo que principalmente enseñan las Escrituras es lo que el hombre ha de creer respecto a Dios y los deberes que Dios impone al hombre. (1)

1.  Juan 20:31; II Tim. 1:13; Sal. 119:105.

3 comentarios

  1. Hola Marcelo! Antes que nada gracias por este blog que en lo personal me ha sido de mucha bendición, el Señor siga recompensando tu esfuerzo…
    Con respecto a las Santas Escrituras quería hacerte una consulta, porque sostengo una fe reformada al igual que ustedes (aunque si se quiere más cercana a la confesión bautista de 1689) y sigo otros blogs reformados y realmente me identifico con su contenido, pero veo que muchas veces el mismo «no coincide» (al menos no del todo) o no está en armonía con la revisión de las escrituras que utilizan. Intentaré ser más claro… Siempre he usado la revisión antigua de la Reina Valera (RV 1909), que sin ser absolutamente perfecta, por su fidelidad a los originales es la que he abrazado. De todas formas veo que las revisiones actuales (sobre todo desde RV1960 en adelante) es alarmante la cantidad de textos mutilados (puedo poner ejemplos si es necesario) y las notas en las páginas que hacen dudar de la veracidad del texto que uno está leyendo. Además hasta la revisión de 1909 se utilizaba letra itálica para diferenciar las palabras que no estaban en el original y que el / los
    traductores consideraron importante poner para su interpretación y/o comprensión pero que no eran inspiradas, con lo cual ahora no se diferencian esas palabras (qutaron las itálicas).
    También se han agregado textos dentro de la palabra que no son inspirados por ejemplo para diferenciar capítulos o porciones de texto, incluso se han puesto las palabras del Señor en rojo diferenciando del resto del texto, lo cual hace dudar de la inspiración del resto del texto diferenciándolo, cuando no tiene diferencia (toda la Palabra es inspirada divinamente). Por eso, y a pesar de esto, veo que hay hermanos que me dejan con la boca abierta cuando exponen tal o cual doctrina o comparten simplemente la Palabra, y me son de bendición, pero por ejemplo hablan con respecto a la Deidad del Señor Jesús, o sobre la inspiración e inerrabilidad de las Escrituras mucho mejor de lo que este pobre pecador lo podría hacer, pero sin embargo usan una revisión que contradice lo que fielmente exponen o hace más dificil argumentar a favor con una revisión no buena. Me refiero a que me resultaría más difícil defender la doctrina de la deidad de Cristo con una NIV que con una RV1909, ¿se entiende?
    Muchos de los que sostienen confesiones reformadas como Westminster, la bautista mencionada, u otra, se darán cuenta que los textos otrora usados para defender las doctrinas tan fielmente expuestas en las confesiones no tienen sostén con las nuevas revisiones que en muchos casos hasta hacen dudar de los textos usados con notas al margen o al pié de página (?!!)
    Por último otra cosa que me preocupa es que a veces se hacen seminarios o charlas con respecto a tal o cual cosa y todos van con una revisión distinta de las Escrituras (?!)…
    Y hasta ahora no he mencionado nada con respecto a usar el texto recibido o uno de los textos críticos para el NT que sería otro tema más profundo…
    Querido hermano me interesaría conocer tu opinión al respecto para saber si realmente soy un fanático loco o hay hermanos en la fe que ven con tristeza lo mismo…
    ¿Hacemos bien en hacer la vista gorda a estos temas (no digo que lo hagamos sólo pregunto)?

    «Tiempo es de hacer, oh Jehová Disipado han tu ley.» (salmos 119:126)

    Gracias por tu tiempo.

    En Cristo,
    Leonel.

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  2. Hola Leonel, tienes razón. El tema de las traducciones es un tema importante, pero yo aún no me he adentrado profundamente en él. Sin embargo creo que las diferencias, por ejemplo, entre las versiones de 1909 y 1960 no son tan grandes, ni tan importantes. Yo veo una actualización de las palabras pero no una gran diferencia en la filosofía de traducción. No se si estoy equivocado. Yo, para mi lectura, uso la versión de Las Américas, que me parece una traducción más literal pero no tengo problemas con usar otras versiones.

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  3. Estimado Marcelo, mi intención es invitar (por así decirlo) a la reflexión, que si bien es bueno y tenemos que velar por principios reformados, y combatir eficazmente por la fe una vez dada a los santos (Judas 1:3) como entiendo que lo hacen y muy bien por cierto en este blog, NO se puede hacer en su totalidad sin una revisión sana de las Escrituras.
    Querido, no estoy de acuerdo (con todo respeto) con tus afirmaciones sobre las diferencias en las revisiones «no una gran diferencia», «no son tan grandes ni tan importantes». Por razones de tiempo no puedo poner más ejemplos, pero aquí van algunos:

    1 – Efesios 3:9
    «y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; «(LBLA)
    «y de hacer entender a todos la realización del plan de Dios, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, Creador de todas las cosas.» (NVI)
    «y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas;» (RV 1960)
    «Y de aclarar á todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que crió todas las cosas.» (RV 1909)
    La omisión en estos textos es al final «por Jesucristo» (dia iesou chistou), es decir «que creó todas las cosas por Jesucristo», aludiendo directamente a la Deidad del Señor. Podemos discutir aquí sobre textos griegos, etc. pero la realidad es que con esta omisión se ataca Su Deidad. Vean el comentario de Matthew Henry sobre este texto y verán como alude él a esto.

    2- Hechos 20:28
    «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.» (LBLA)
    «Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. » (RV1960)
    «Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre.»(RV1909)
    Acá sufrieron las revisiones un cambio. Se cambió «la iglesia de Dios» por «la iglesia del Señor». La frase «por su sangre» que quedaba íntimamente
    relacionada con «la sangre de Dios» ( y por ende aludía a la divinidad de Cristo), se ve
    afectada en este texto.
    Cito el comentario de Matthew Henry: «…la Iglesia que Él compró con su sangre. La sangre era la suya en cuanto Hombre; tan íntima es la unión de la naturaleza divina y la humana que aquí es llamada sangre de Dios, porque era la sangre de Aquel que es Dios. Eso le confiere tal valor y dignidad como para rescatar a los creyentes de todo mal y adquirir todo lo bueno…»
    También Loraine Boettner en su famoso libro «La Predestinación» página 90 dice «y que Dios «compró» la iglesia «con supropia sangre» (Hch. 20:28).»

    3 – Marcos 2:17
    «Al oír esto, Jesús les dijo*: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»(LBLA)
    «Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»(RV1960)
    «Y oyéndolo Jesús, les dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, mas los que tienen mal. No he venido á llamar á los justos, sino á los pecadores.»(RV1909)
    Omisión: “a arrepentimiento” (eis metanoian)
    Es decir «…sino a los pecadores a arrepentimiento»
    La gravedad pasa por omitir “con que fin” son llamados los pecados por Cristo, que
    es «para arrepentirse” de sus pecados.

    Por más ejemplos pueden leer el análisis que hace al respecto Rex Cobb (aunque no del todo completo porque otros muchos no aparecen) titulado «spanish bible analisis».

    El Señor les bendiga.
    Saludos.

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