
Zacarias Ursinus, uno de los autores del Catecismo de Heidelberg
En la introducción de la entrada anterior decíamos que lo mejor puede hacer el hombre es conocer a Dios. En ésta vamos a ver cómo podemos conocer a Dios.
Ya que, como dice Calvino, el corazón del hombre es una máquina de hacer ídolos. Es por eso que el conocimiento de Dios no puede venir desde dentro del mismo hombre sino que debe venir de Dios mismo, quien se revela al hombre por medio de la creación, pero mas especialmente por medio de su Palabra.
Veamos lo que dicen las confesiones.
Confesión Belga
Artículo 2
A Él le conocemos a través de dos medios. En primer lugar, por la creación, conservación y gobierno del universo; porque éste es para nuestros ojos como un hermoso libro(1) en el que todas criaturas, grandes y pequeñas, son cual caracteres que nos dan a contemplar las cosas invisibles de Dios, a saber, su eterno poder y deidad, como dice el apóstol Pablo(2); todas las cuales son suficientes para convencer a los hombres, y privarles de toda excusa. En segunda lugar, El se nos da a conocer aun más clara y perfectamente por su santa y divina Palabra(3), esto es, tanto como nos es necesario en esta vida, para Su honra y la salvación de los Suyos(4).
1. Sal.19:1
2. Rom.1:20
3. Sal.19:7; I Cor.2:9-10
4. I Cor.1:18-21.
Catecismo de Heidelberg
P. 122. ¿Cuál es la primera súplica?
Respuesta: Santificado sea tu nombre, es decir, concédenos ante todo que te conozcamos rectamente(1), y que santifiquemos y celebremos tu omnipotencia, sabiduría, bondad, justicia, misericordia y verdad, que se manifiestan en toda tus obras(2). Concédenos también, que toda nuestra vida, en pensamiento, palabra y obra, sea siempre dirigida a este fin: que tu santísimo nombre no sea por nosotros blasfemado ni menospreciado, sino honrado y glorificado(3).
1. Juan 17:3; Jer. 9:24; Jer. 31:33, 34; Mateo 6:33
2.Salmo 51:18; Salmo 122:6.
3. 1 Juan 3:8; Rom. 16:20.
Cánones de Dort
Capítulos Tercero y Cuarto
VI.- Lo que, en este caso, ni la luz de la naturaleza ni la Ley pueden hacer, lo hace Dios por el poder del Espíritu Santo y por la Palabra o el ministerio de la reconciliación, que es el Evangelio del Mesías, por cuyo medio plugo a Dios salvar a los hombres creyentes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
VII.- Este misterio de Su voluntad se lo descubrió Dios a pocos en el Antiguo Testamento; pero en el Nuevo Testamento (una vez derribada la diferencia de los pueblos), se lo reveló a más hombres. La causa de estas diferentes designaciones no se debe basar en la dignidad de un pueblo sobre otro, o en el mejor uso de la luz de la naturaleza, sino en la libre complacencia y en el gratuito amor de Dios; razón por la que aquellos en quienes, sin y aun en contra de todo merecimiento, se hace gracia tan grande, deben también reconocerla con un corazón humilde y agradecido, y con el Apóstol adorar la severidad y la justicia de los juicios de Dios en aquellos en quienes no se realiza esta gracia, y de ninguna manera investigarlos curiosamente.
VIII.- Pero cuantos son llamados por el Evangelio, son llamados con toda seriedad. Pues Dios muestra formal y verdaderamente en Su Palabra lo que le es agradable a Él, a saber: que los llamados acudan a Él. Promete también de veras a todos los que vayan a Él y crean, la paz del alma y la vida eterna.
Confesión de Fe de Westminster
Capitulo 1: De Las Santas Escrituras
I. Aunque la luz de la naturaleza y las obras de creación y de providencia manifiestan la bondad, sabiduría, y poder de Dios de tal manera que los hombres quedan sin excusa, (1) sin embargo, no son suficientes para dar aquel conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación; (2) por lo que le agradó a Dios en varios tiempos y de diversas maneras revelarse a sí mismo y declarar su voluntad a su Iglesia; (3) y además, para conservar y propagar mejor la verdad y para el mayor consuelo y establecimiento de la Iglesia contra la corrupción de la carne, malicia de Satanás y del mundo, le agradó dejar esa revelación por escrito, (4) por todo lo cual las Santas Escrituras son muy necesarias, (5) y tanto más cuanto que han cesado ya los modos anteriores por los cuales Dios reveló su voluntad a su Iglesia. (6).
1. Romanos 2:14,15; Romanos 1:19,20; Salmos 19:1-3; Romanos 1:32 y 2:1
2. 1 Corintios 1:21 y 2:13,14.
3. Hebreos 1:1.
4. Lucas 1:3,4; Romanos 15:4; Mateo 4:4,7,10; Isaías 8:19,20; Proverbios 22:14-21.
5. 2 Timoteo 3:15; 2 Pedro 1:19.
6. Hebreos 1:1,2.
Catecismo Mayor de Westminster
P. 2. ¿Cómo sabemos que hay Dios?
R. La mera luz de la naturaleza en el hombre y las obras de Dios manifiestan plenamente que él existe(1), pero su palabra y espíritu son los únicos que suficiente y eficazmente lo revelan a los hombres para la salvación de ellos(2).
1. Rom. 1:19, 20. Véase Sal. 19:1‐3
2. II Tim. 3:15‐17, I Cor. 2:10.
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